jueves, mayo 11, 2023

Por el tiempo

que no se ha detenido. 
Por el silencio de una amistad que retuvo 
o contuvo una pasión inexistente aunque 
convivió con la amenaza de la curiosidad.

Alzadas manos que inconclusas 
no sellaron futuras comparecencias, 
líneas oclusivas sobre la palma reposada 
de una lectura que no auguró nada salvo 
tópicos y energía malgastada. 

Puedes salvo que la sinergia de la comodidad avance líneas en la posición del sofá 
salvo que la cantidad de canales de televisión motive más que un cuerpo desconocido. 
Y entonces el tiempo que no se ha detenido regrese exigiendo cumplir las promesas 
que hicimos de algo que nos importe más 
que nosotros mismos: promesa a la fecundidad de los 35, la música cadente que suena 
cada vez que conjugas la sonrisa y el verbo 
en otras líneas de diálogo que no tienen que ver con lo desconocido. 

Se invocan amistades nuevas que no cumplen 
el requisito pues: contienen promesas de realidad y la oportunidad fértil del dolor. 
Sigue el consejo de un metrónomo, 
en cualquier caso entiendan que comprendo 
la amistad como un trámite o como un proceso muchas veces de silencio sobre un tiempo 
otras como un vertido de versos autoconclusivos y siempre como una oportunidad de fallar 
por más que la experiencia nos haya enseñado 
la extraña diferencia entre cercanía y posibilidad. El tiempo acelera un  diálogo, no sabemos dónde nos llevará la amistad.

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