miércoles, enero 18, 2006

Añorar la soledad

Pero nunca si se pretende el reconocimiento de una obra, aunque sea mínima.
Y las vidas al fin y al cabo son obras de mayor o menor importancia...

(Inacabado)

Riiiiiingg rrrrriiiiiinnnnnnggggg

Me llamo a mi mismo.
Principalmente porque de vez en cuando no me encuentro.
Y lo cierto es que la sinfonía que suena la reconozco a la perfección.

lunes, enero 16, 2006

Perdí la voz

Hay toda una mitología acerca de la voz y los hilos telefónicos que yo he perdido.
Eso de que los enamorados en guerra se comunicaban el amor a traves del teléfono, es romántico ciertamente.
Toda esa sensación de angustia porque has de despedirte, toda la tristeza del hilo de voz que corre por el hilo telefónico hacia el encuentro con otro hilo de voz.
Momentos todos ellos que luego se reflejan en tu factura telefónica, aunque ahora menos con las llamadas nacionales gratis, todo ello que ahora se refleja en tu factura telefónica móvil, mientras te tumbas en la cama y describes hora a hora, minuto a minuto, tu día. Y así uno tras otro hasta llegar a amar esa leve sintonía que indica; "es ella"...
Pero todo eso lo perdí, por eso ahora odio el teléfono si no es para decir;
"Quedamos a las 12" o el siempre recurrente; "Ahora bajo".
Signos de un amor no telefoneado.

La voz y la palabra

Hace no demasiado hice un curso de esos teatrales para aprender a hablar desde el estómago, para realizar ejercicios de respiración que contuvieran los nervios al hablar en público.
Lo cierto es que esto iba a ser otra cosa, pero ahora me doy cuenta de que no sirvió una puta mierda aquello de abrir la boca mucho al pronunciar (o decir su nombre), aquello de gritar con la boca hueca (su nombre nuevamente)... porque cuando estoy con ella no sirven para nada cursos, teorías o ejercicios estomacales.
Todo esto no viene sino a confirmar que uno entrega su amor a aquella persona que con naturalidad y sin ostentación, consigue robarle exactamente la voz y la palabra.
Y entonces te preguntas; ¿qué soy sin ambas?

jueves, enero 05, 2006

Antes

Antes era más fácil.
Amar.
Únicamente amar...
"Me gusta aquella chica de allí"
Y la amabas un ratito, porque no sabías lo que era.
Ayyyy estabas tan enamorado.
Luego fue la chica de la fila tercera...
"Su pelo me encanta"
Y la amaste de aquella manera.
Subiendo peldaños te enamoraste de la vecina rubia y con ojos azules, como mandan los cánones de belleza.
"Es tan guapa como Barbie princesa"
Total que llegados los 15 la cosa se complicó;
"¿Quién es la chica del abrigo verde?"
¿Que belleza hay en un abrigo verde? me pregunto.
Y la amaste hasta que tuviste que dejar de hacerlo, quizá obligado por la sensación de que podrías haberla amado de esa manera toda la vida.
Llegados los 17 había pechos, nalgas, armas de seducción, escotes, tangas, material suficiente como para desarbolar a un romántico empedernido.
Y la ama uno de esa manera, de forma que pasados los años se unen otras concepciones de amor que tienen que ver con la amistad, la buena compañera y la pareja ideal en las convenciones sociales.

Llegados a este punto uno se pregunta si la escala sigue subiendo y hasta dónde.
Pues el miedo no es sino terror, de creer que abandonando a este amor, podré recuperar en 1, todos los que me convirtieron en lo que soy.
Por esa regla matemática estúpida que dice;
"El orden de los factores no altera el producto" (yo)
Y la otra que reza;
"A veces sumar no es sino una ecuación resultante de multiplicar y dividir" (que no vencer).

Sólo hay una cosa peor que la muerte

y es ésta:
El sinvivir de saberse ya adjudicado.
"Éste es mi hombre" (como diría aquél poema de uno ya mentado)
Descubrirse en la tesitura de afirmar, a día de hoy,
que ya no habrá más mujeres en mi pecho,
que nunca acariciaré otros muslos,
que no besaré otros labios ni yaceré en otro (aquí rima lecho, pero pondré sexo que rima más sutil)
nunca más (por hoy).
Y este es el pensamiento más cercano a la metafísica existencial de un hombre.
Es un dolor más grande que pensar en la muerte, más aún que pensar o sufrir de impotencia.
Porque al fin y al cabo es una extensión más de la impotencia.
El "macho" dominante, el especímen garánte de la reproducción de la especie,
ése animal salvaje que no tiene destino ni patria más allá de los labios, o mejor dicho; "cuyo único destino y patria se encuentran traspasados esos labios"... el hombre queda reducido ya a la simple contemplación del ganado (entiéndase como metáfora no ofensiva) y a pensar de vez en cuando en alguna que otra sonrisa.
Se acabó, es la anticipación de la muerte, es la muerte en sí misma, es ella recordándote día tras día que;
"Eres mío y de nadie más".

Manual breve de como ponerle el cascabel al gato.

No tengo ninguno

y lo cierto es que va siendo hora de adquirir por un módico precio, esas heridas superficiales que con tinta imborrable se hace muchísima gente en el cuerpo.
No por una promesa, sino por el recuerdo indestructible de haber amado.
Y poner una banderita en el Everest, mientras contemplas tu jubilación anticipada y te dedicas a pasear por montes y colinas ya conocidos y cercanos.

Claro que luego me digo; "Es para toda la vida" y se me quitan las ganas de tatuarme un nombre o cualquier símbolo que me reconduzca al hoy.