que planteara su vida
como un metarelato
podría -no obstante-
caer en todos los vértigos
en todas las vorágines,
salvo en el empirismo
vital que converge
en la muerte. Y ahí
comenzaría un periplo
de procrastinación
garantía sine qua non
de pertenencia al eslogan
conocido; "sólo se suicidan
los poetas o los locos".
Y tú no eras
ninguna de las dos cosas,
querida.
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